Historia de amor

Hoy, tras volver de Chiclana donde nos hemos reunido todos los de la selección de baloncesto infantil, me he sentado para contaros una historia de amor. Una historia de amor por el baloncesto, que llegó a nuestra familia y a Jesús de rondón, y que se ha hecho insustituible.

Todavía recuerdo el día que Ale, el compañero de futbol de Jesús le invitó a ir a entrenar en el pabellón con un amigo de clase... y como le enganchó eso de la canasta: no hace ni tres cursos que empezó, sin saber botar la pelota, sin nociones de tiro... eso sí, con un montón de partidos vistos y con un interés extremo.

Todavía recuerdo la que tuvimos que montar para poner en el patio la canasta de forma que no le molestara a la viejecita del segundo, ya que está justo debajo de su ventana, y cómo todos los días mientras hacía la comida cogía su rutina de tiro: pim pam...pim pam... pim pam... hasta que empezaron a entrar, y empezó a ilusionarse.

Ya no están Ale, ni su amigo... pero él sigue...a pesar del año pasado donde sufrieron tantísimo sin ganar un partido y lesionándose cada 15 días (un mes tuvimos que ir más de tres veces a urgencias, ya tenia miedo de que me denunciara el médico por maltrato infantil). Y este año... a pesar de los problemas de compatibilidad, los agobios, los nervios, los dolores de estómago... sigue disfrutando, aunque salga cabreado por la derrota de esta mañana, aunque vea cosas injustas... todo se supera por el grupo, por los amigos, por el equipo.... porque realmente siente que está aprendiendo y tiene un cariño tremendo a la gente que ha apostado por él.

El no es un figura, ni un tio que va a lucirse... es un trabajador nato, que se machaca, que sufre, que lo da todo... que se implica, que se mosquea cuando las cosas no salen, que sabe que las cosas se consiguen con esfuerzo y con el día a día. Y en eso consiste estar enamorado de algo o de alguien: en luchar por ello y darse por entero. De ahí que sea una historia de amor...y de las buenas.