Todos los martes santo me traslado a mi niñez. Recuerdo la impresión que me causaba ese manto rojo del Ecce Homo seguido de los romanos. Aunque en Cádiz parecían una chirigota, para mis ojos de niña me representaban toda la rigidez y solemnidad del hecho que evocaban.
Por otra parte, las imágenes más oníricas las he vivido con la virgen de las Lágrimas, rodeada de incienso, envuelta en una marcha que daba sentido a esa caida de cabeza, a esas manos tensas, a esos ojos inmensos ojos tristes...
Si... lo admito soy muy capillita!